
Son muchos los errores; se ha equivocado, al no haber reformado la ley electoral, para evitar los pactos antinatura y de maniobra contra el PP y nunca, como debieran ser, mirando el bien de España y por España y derogado las leyes de educación lúdicas y del fracaso escolar, más la enseñanza autonómica aprovechada para manipular y deseducar a los alumnos, hacer proselitismo nacionalista y separatista y otros estropicios; únese el no haber ilegalizado a los bildu y partidillos de proetarras, que van ahora a destruir Navarra y reducido el gasto autonómico y la elefantíaca administración. No se da cuenta, sigue impasible, no ve la matraca separatista y la pitada al himno nacional, ni que en Vasconia a diario se hace apología de ETA ni que el populismo leninista mangonea Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz… y revive el clima de las dos Españas, superado en la Transición; la juventud anda indignada y asqueada; el status político se ve agotado, se desmorona y, en su parsimonia tediosa, no lo aprecia, no se mueve, despilfarra la mayoría absoluta, que ya no volverá, y no ve, no oye, ni quiere enterarse.
Ante la machaca soberanista, no ha sabido responder más que con la excesiva parsimonia de esperar y apaciguar, para evitar tensión a los nacionalistas, no provocar, no decir, no hacer, guardar silencio y prudencia, no digan que somos autoritarios. Esto ha sido un gran error, no pensó en esos sectores de la sociedad catalana, que esperaban una respuesta viva de Madrid; los catalanes que lo votaban se sintieron abandonados sin asidero, su confianza en el PP voló perdida, mientras el soberanismo avanzaba y ganaba posiciones; el Gobierno de Mariano les enviaba bellos mensajes con millones y pedía unidad y la defensa de la Norma Constitucional, hasta que se vieron huérfanos y rehenes en su casa, como gente de segunda, vejados en sus hondos sentires; el Gobierno hizo dejación de su mando ideológico por el pasteleo inútil y obtuvo el enfado y hartazgo de todos, de los suyos y de los otros, aquellos izquierdosos que pactaron en el Tinell la eliminación política del PP.
Rajoy, al irse Wer a la ligera, se ha visto obligado a hacer una pequeña remodelación. Ha elegido gente joven adecuada a la nueva situación, que en esta nueva etapa, conscientes de los cambios ocurridos, van por televisiones y tertulias explicando sus políticas y directrices, se rozan con la calle y sus problemas, como que lo primero que se hizo fue enderezar la macroeconomía y corregir el paro y, segundo, reconocen que cometió errores de bulto, empezando por la falta de proximidad a la gente. Es necesaria la refundación del PP, por ser el partido de gobierno y porque España precisa hoy un gobierno que mantenga la recuperación y no se equivoque.
Si Rajoy hubiera consolidado entonces el Pacto de Estado con Rubalcaba, podría haber soslayado que la España Vertebrada en la Transición se desmorone; el consenso en la obligada reforma de la ley electoral habría impedido que los pequeños partidos sometan ahora al PSOE a chantajes y al PP a desplantes, si se hubiera emprendido hace un año la reforma constitucional con normalidad desde los cauces del sistema y con el apoyo de Rubalcaba no tendríamos ahora la zozobra de que otros vengan a imponerla de modo revolucionario desde fuera y a sus maneras.
C. Mudarra